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En cuanto terminó el recuento nocturno, levantó la baldosa del suelo y se metió en el túnel para seguir excavando. La noche anterior había encontrado unos adoquines que se le resistían y ahora se afanaba en rascar la argamasa que los unía entre sí. Llevaba meses trabajando, y cuando ya creía haber traspasado el muro exterior, topó contra ese tabique que le tenía amargado.
Por fin el adoquín comenzó a ceder, unos golpes después ya pudo empujarlo. Por el ruido que produjo al caer parecía haber llegado a una arqueta de los desagües. Alumbró con la linterna carcelaria-artesanal que se había fabricado: parecía haber un espacio amplio, al menos eso le ahorraría trabajo y tendría donde almacenar la arena y los escombros. Animado la emprendió con otro adoquín. Una hora después cedía y se introdujo a través del muro. Primero pasó las piernas, luego se colgó con las manos y se dejó caer. Parecía encontrarse en una antigua celda subterránea, de esas medievales. Había argollas en las paredes, paja por los suelos y en lo alto un ventanuco cegado.
-me cago en la leche, ¡salgo de Málaga y me meto en Malagón¡. Ya solo falta que se aparezca Torquemada y me cuelgue de los güevos por esa argolla.
Pero no se daba por vencido. Examinó rápidamente el suelo y las paredes buscando alguna salida. En una de las paredes encontró un hueco, metió la mano y,entre paja y telarañas, encontró algo: una especie de pergamino enrrollado y atado con un lazo.
-Con la suerte que tengo, estará en latín-murmuró.
Se alumbró con el reloj, era muy tarde ya, decidió que al día siguiente seguiría buscando. Quería dormer algunas horas y aún tenía que disimular bien la entrada del agujero, no podia echarlo todo a perder por su impaciencia. De vuelta al chabolo, y una vez listo todo para el cacheo del día siguiente, se echo en el camastro y, acordándose de la celda de abajo, dijo:
Después de todo, las cosas no han cambiado mucho,y, al reparar en el rollo amarillento, añadió:
-¡Coño, si me había olvidado de tí! A ver si es el mapa del Tesoro- Quitó el lazo y comenzo a leer
Soy la prince Wallada, descendiente de los sobersnos de la dinastía Omeya de Siria, hija del penúltimo Califa de Córdoba, Al Mustasir Muhamed Ben Ubeyd-Allah. En febrero de 1204 fuí nombrada Califa de Córdoba, pero mi reinado fue corto. En mayo de 1209 fuí destronada y me enceraron en esta mazmorra subterranean de Medina Azahara. Al pueblo se le ha engañado diciendo que estoy muerta, que me suicide por un “mal de amores”.
Escribo ester con mi propia sangre para dejar constancia del por qué de mi encarcelamiento. El primero de los delitos que cometí fue el de haber nacido antes de tiempo,en una sociedad en que las mujeres somos objetos decorativos, de uso y disfrute. También me acusan de haber amado apasionadamente a un hombre humilde, sin temor a los prejuicios de mi casta, que me imponía un matrimonio de coveniencia. Matrimonio cuyo único objetivo era asegurar una dinastía que odia el pueblo, pero adora las propiedades y riquezas que amasa a costa de él. También soy culpable de instruir a los ignorantes, de erradicar el analfabetismo, de promover las ciencias y las artes. Pero, sobretodo culpable de predicar la construcción del Paraíso, Al Andalus, aquí en la Tierra. Empezando por practicar la justicia social y repartir entre mi pueblo las riquezas que en ningún modo modo nos pertenecen a los monarcas. Por todo esto urdieron intrigas y conjuras contra mí, hasta que me destronaron y asesinaron a mis más fieles colaboradores.
A lo largo de los años que llevo en esta mazmorra, condenada a no var los rayos del sol de mí Al Andalus amada, mís carceleros me han propuesto mi libertad a cambio de que abjure de mis creencias y mis sentimientos, peo siempre lo he rechazado. Mis enemigos no podrán apaciguar mi sed de justicia, ni lograrán doblegar mi ánimo. Ellos dicen que moriré pronto, pero yo sé que viviré eternamente, que cabalgaré a través de los siglos y no descansaré hasta ver cumplidos mis sueños. Gracias a la magía de un alquimista, que pasó años encerrado conmigo en esta misma celda, sí mi venganza perdurará a través de los siglos. Estaré con las mujeres, con los deheredados de la Tierra, con los oprimidos, con los presos, con los niños. Quien me necesite, que acuda a mí, pronunciando tres veces mi nombre. Si su causa es justa, acudiré.
El preso, atónito, volvió a releer este último párrafo:
-¡Hostias! Anda que si fuera verdad…-y echó a volar su imaginación. Pero enseguida la refrenó diciéndose:
-Estas cosas sólo ocurren en los cuentos de las mil y una noches. Claro que, si funcionara…Menudo cable me podría echar la princesa ésta, Wallada, Wallada, Wallada, o como se llame…
-¿Así que son cuentos, no?- dijo la voz dulce de una mujer.
El reo se llevo un susto de muerte y, pegando un bote en la cama, se incorporó.
Muy lejos no irá tu causa si a la audacia no le añades imaginación-continuó la voz.
El preso, perplejo, se frotó los ojos y se pellizcó para comprobar que no estaba soñando.
-¿ Te has quedado mudo? Me habrás llamado para algo, ¿no?-insistía ella.
El recluso empezó a balbucear:
-Quiero …quiero que me ayudess…a salir de aquí, ¿puedes?
-Claro que puedo, pero antes tengo que saer que vas a hacer cuando estés libre.
El preso se levantó y le habló un rato al oído.
A la princesa se le iluminaron los ojos, sonreía. Al final dijo:
-¡Estúpendo! Sígueme- Y abrió la entrada al agujero y se metió por él. Cuando llegaron a la celda subterránea tiró de una de las argollas de la pared y se abrió una puerta oculta.
-Por aquí es- Y y fue conduciendo al preso por unos pasadizos laberínticos hasta llegar a un túnrl al final del cual se veía claridad.
-¿Ves como no tienes tan mala suerte? Te espera una bonita luna llena. Date prisa, que pronto amanecerá- El preso loco de emoción, se abrazó a ella, le dio las gracias y salió corriendo.
-Y no te olvides de cumplir nuestro pacto, ¿eh?...-le gritó mientras se alejaba.
Él, sin detenerse, contestó: ¡No, cumpliré mi palabra, y en adelante le echaré más imaginación. ¡Hasta siempre, Princesaaaaaaa!
-¡Con que soñando con princesas a tu edad, eh! Le dijo el carcelero mientras le removía la cama-.Pues ya sabes que tienes otro parte por no levantarte al recuento, y esto no es ningún cuento.
Y, agitando entre las manos unos papeles amarillentos, añadió:
-Y me tienes que explicar quién coño te ha pasado estos papeles; en el cacheo de ayer no lo tenías. Además, ¿desde cuándo sabes tú árabe?
Y colorín colorado este cuento no se ha terminado.
Cárcel de Badajoz, Febrero de 1993.
Fco. Javier ÁVILA NAVAS
Muy guapo el relato, tron
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